CRUZ GUÍA

Caoba y plata de ley, 1999.

Talleres de José Jiménez bajo diseño de Fernando Prini Betés.

La cruz guía es la insignia que encabeza siempre el cortejo nazareno; históricamente, podría rastrearse su origen en las procesiones de flagelantes que se hacían durante la Edad Media en rogativa para el cese de las abundantes epidemias de peste. En aquellas ocasiones, una cruz desnuda o un crucifijo era portado de manera que indicase el camino a los penitentes, considerándose que ese esquema es la más antigua referencia de la que se nutren nuestras salidas penitenciales. También puede establecerse que la cruz guía deriva de las cruces parroquiales, que han acompañando siempre a las hermandades de penitencia durante sus estaciones. Tipológicamente han habido cruces guía que han servido asímismo de relicario -ostentando el lignum crucis y/o reliquias de santos- y de compendio de los Arma Christi -instrumentos de la pasión-, aunque el modelo más difundido, sobre todo en la actualidad, es el de una cruz latina revestida de ornamento y ocasionalmente decorada con motivos heráldicos y/o simbólicos, como es el caso que de nuestro objeto de estudio.

La cruz guía de la Archicofradía de los Dolores responde a un esquema sobrio de contenida ornamentación y en absoluta consonancia con la línea estilística definida por el diseñador malagueño Fernando Prini a partir de las trazas dieciochescas presentes en la primitiva placa de mayordomía. Su gracilidad deviene a partir de la desnudez de la madera noble en gran parte de su superficie, consiguiéndose la elocuencia del signo salvífico de la cruz en sus caras anterior y posterior. De alguna forma, esta pieza se muestra respetuosa con la austeridad de la comitiva penitencial y sigue el espíritu asentado en el enser al que sustituyó en 1999, una cruz de madera desnuda sin revestimiento alguno. El cincelado en plata de ley obedece a una buscada parquedad expresiva, cumpliendo tan sólo con la dignificación de las cantoneras en un discurso estético que se basa en apenas un par de elementos decorativos: la sigma y la rocalla. La distribución uniforme y repetitiva por todo su contorno pretenden un efecto de marcada sencillez. Los remates de las astas se configuran como colofones arquitectónicos de silueta bulbosa -propia de la arquitectura del setecientos- y coronados en sinuosos frontones partidos y enrollados, y asimismo revestidos del mismo repertorio ornamental ya descrito. Sobre el remate superior se erige la cartela con el acrónimo INRI (siglas de la expresión latina IESVS NAZARENVS REX IVDAEORVM, que se traduce al castellano como “Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos”). Este singular elemento se aleja convenientemente de la clásica representación a modo de tablilla, optando por una airosa cartela calada de perfiles recortados al aire, en la que se inscriben los cuatro caracteres, siguiendo un diseño tipográfico basado en un juego de contracurvas, lo que sin duda le hace armonizar con el resto de la pieza.

En el centro de esta cruz, de sección rectangular, encontraremos un medallón asimétrico festoneado de rocallas irregulares que remata en un brioso penacho; su centro ostenta en bajorrelieve uno de los símbolos de la Redención, el pelícano abriéndose el pecho para alimentar a los polluelos. Según la tradición cristiana, este simbolismo alude a la creencia de que esta ave alimenta a sus hijos de su propia sangre y hasta de su propia carne en caso de necesidad. El paralelismo eucarístico evidente lo hace muy apropiado para la insignia que abre paso al cortejo procesional, toda vez que aúna en un sólo mensaje la advocación de su sagrado titular cristífero y el carácter sacramental de la hermandad. Como es común en la representación de este icono, el pelícano se ve acompañado de tres crías, que suelen asociarse asimismo a las virtudes teologales (la fe, la esperanza y la caridad, que se nutren del Amor de Cristo). En la cara trasera, un medallón de idéntica configuración alude directamente a la advocación de la sagrada titular mariana, con la inclusión de un corazón traspasado por siete puñales. Como eco centrífugo del tondo central, cuatro haces de rayos -rectos y flamígeros- nacen de las escuadras de la cruz, siguiendo una configuración muy próxima al diseño de las características potencias de orfebrería que llevan muchas imágenes de Cristo, pues arrancan de una cartela hasta ajustarse a los cantos de la cruz. Finalmente, apuntar que la cruz guía posee un par de asideros de elegante factura, consistentes en sendos fustes de perfil alabeado.