DE CUANDO LOS ARCHICOFRADES DIFUNTOS RETORNABAN A CASA

A la memoria de Ángeles Serrano.

 

Andrea Camilieri en sus “Racconti quotidiani” incluía el relato “El día que los muertos perdieron el camino de casa”, detallando como se había ido olvidando la Festa dei morti en su Sicilia natal, tras la llegada de los soldados americanos en 1943.

Antes de la implantación del árbol de Navidad o Halloween, en Sicilia durante la noche de difuntos, los niños aguardaban ansiosos la llegada de sus familiares fallecidos, como si fueran Papá Noel o los Reyes Magos. Los difuntos, mientras ellos dormían, escondían en distintos lugares de la casa dulces y juguetes. Al día siguiente toda la familia se reunía junto a las tumbas de aquellos generosos familiares y los niños jugaban en el cementerio con el camión que les había traído el abuelo o la muñeca regalada por aquella cariñosa y recordada tía, y alegres se preguntaban unos a otros “¿qué te han echado los muertos?”. Camilieri lamentaba en su relato como poco a poco esta preciosa costumbre se fue perdiendo y con ella los muertos perdieron también el camino de casa.

En el relato del genial autor siciliano se manifiesta la familiaridad de la relación con los difuntos en una sociedad tradicional que creía sin fisuras en la vida eterna y la resurrección; una sociedad en la que los vivos asumían su existencia como algo incompleto, preparándose para la muerte en coexistencia con sus difuntos, que formaban parte de su vida cotidiana.

En esta sociedad, las cofradías desempeñaban un importante papel: ofrecían las garantías suficientes para completar ese ciclo vital, morir en la Gracia de Dios y velar por la conservación de los restos mortales a la espera de la Resurrección de la carne.  Numerosos documentos de nuestro Archivo Histórico, a los que nos hemos referido en varias ocasiones, nos relatan la administración del viático, el entierro de nuestros hermanos en las bóvedas subterráneas de nuestras capillas o, tras la prohibición de seguir enterrando en ellas, el traslado del cadáver del hermano difunto en solemne procesión al panteón de nichos, que poseía nuestra Archicofradía en el Cementerio de San Miguel, además de la celebración de un considerable número de misas por el alma del fallecido que aguardaba en el Purgatorio. Rituales individuales para el hermano, a los que se unían algunos colectivos para el conjunto de la Hermandad, como el Octavario de Difuntos en el que con gran solemnidad se celebraban sucesivas misas por el alma de todos los archicofrades.

En la conservación de los restos mortales tenían especial importancia las exhumaciones. Con anterioridad a la creación del cementerio, los restos que se exhumaban pasaban a osarios en la misma bóveda de la capilla. Todavía en los primeros años de exhumaciones en San Miguel, la bóveda de la Archicofradía continuó teniendo esta función, trasladándose a ella los restos de los hermanos desde el camposanto, en una imponente comitiva de vuelta en la que juntos, archicofrades vivos y muertos, retornaban a casa.

Así se estableció en el documento que hoy nos ocupa, el libro nº20 de nuestro Archivo Histórico, redactado en 1841 con el título: Reforma de las Constituciones de la Hermandad de Ntra. Sra. de los Dolores, sita en la Parroquia de San Juan de Málaga.  En el capítulo 2, artículo 6 se estipulaba que los restos mortales de los hermanos, serían exhumados de sus nichos en el cementerio de San Miguel, siguiendo los plazos temporales previstos por las autoridades. Dichas exhumaciones se producirían cuando procediera hacerlo para un mínimo de cuatro cadáveres, esperando a otro año si no se alcanzara esta cifra. Se avisaba previamente a los familiares, por si quisieran trasladarlos a otra iglesia y no a la bóveda de la Hermandad, en cuyo caso el traslado correría de su cuenta.

Una vez depositados los restos en una caja, al caer la noche serían trasladados desde San Miguel hasta la iglesia de San Juan en Santo Rosario encabezado por el estandarte de la Hermandad, con el acompañamiento de doce sacerdotes con cirios blancos y veinticuatro hermanos con cirios amarillos (los mismos hermanos que estaban encargados de acompañar el viático), realizándose esa noche una vigilia. Al día siguiente, con la asistencia de los doce sacerdotes, se efectuarían las honras por todos los hermanos y se oficiarían misas por turnos en el altar de Nuestra Señora de los Dolores, desde la siete de la mañana hasta la tarde, honras que se celebrarían todos los años hubiera o no exhumaciones. De la importancia otorgada a aquellos cultos nos dan cuenta algunos documentos, como el recibo presentado el 28 de abril de 1842 por el músico Antonio Cordoncillo “por los dos cantores que han asistido a la vijilia y misas en las onras que ha celebrado dcha. Hermandad en la trasladacion de los restos de sus hernos. difuntos (sic)”.

Aunque el día fijado para las exhumaciones en la “Reforma de las Constituciones” era el primer día “no impedido” del mes de noviembre es decir, aquel que no interfiriera con días asignados por la iglesia para alguna solemnidad, por la fecha del recibo citado y otros documentos de nuestro Archivo deducimos que, quizás por imposición municipal, no se cumpliera el calendario estipulado, siendo frecuente la celebración de este ceremonial en otros meses del año. Tiempo después, también se prohibió la utilización de la bóveda de San Juan como osario, y la Archicofradía habilitó entonces nichos en el mismo panteón del cementerio para albergar los restos de las exhumaciones.

Como en el relato de Camilieri, vivos y difuntos coexistían de forma natural, en este caso en su hermandad. Para el cofrade que tantas veces había acompañado al viático o a los restos mortales de sus hermanos y había asistido a sus misas de sufragio, el tránsito a la Vida Eterna era algo intrínseco a su Fe y a su propia existencia, y la hermandad era la mejor opción para organizarlo.

 

Federico Castellón Serrano.

Responsable del Archivo Histórico.

Imagen 1 y 2. Archivo Histórico. Libro 20, Reforma de las Constituciones de la Hermandad de Ntra. Sra. de los Dolores, sita en la Parroquia de San Juan de Málaga. Capítulo 2, artículo 6. 1841.

Imagen 3. Losa de la bóveda de la Capilla Sacramental de San Juan.

Imagen 4. El Viático. Lápiz sobre cartulina. Serie realizada por Carlos Castellón para la exposición “Proveedores de Nuestra Señora”

Imagen 5. Traslado del hermano difunto. Lápiz sobre cartulina. Serie realizada por Carlos Castellón para la exposición “Proveedores de Nuestra Señora”

Imagen 6. Exhumación en el panteón de la Hermandad. Lápiz sobre cartulina. Serie realizada por Carlos Castellón para la exposición “Proveedores de Nuestra Señora”.

Imagen 7. Archivo Histórico. Leg.2. p.9. d.4.  “Recibo de Antonio Cordoncillo por los dos cantores que han asistido a la vigilia y misas de la traslación de hermanos difuntos”. 29/04/1842.

Imagen 8. Colección de lápidas del Cementerio de San Miguel. Lápida de uno de los nichos dedicados a osario de la Archicofradía de los Dolores.