El párroco José María Caballero y Priego afronta en solitario la gran crisis de 1902

Federico Castellón Serrano

A la llegada del siglo XX la Archicofradía de los Dolores de San Juan no pasaba por un buen momento económico debido a dos causas principales, en primer lugar había descendido considerablemente el número de hermanos, el segundo problema, agravado además por ésta causa, era seguir sosteniendo el elevado coste de las obligaciones de entierro, que se habían incrementado considerablemente desde la centuria anterior con la adquisición y construcción del panteón en propiedad en el Cementerio de San Miguel, además de mantener el  Septenario de la Virgen y los gastos que conllevaba.

Una descripción cronológica de los principales acontecimientos históricos vividos por la Archicofradía durante esos años comienza el 15 de junio de 1902 con la dimisión del Hermano Mayor, Eduardo Torres Roibón. La delicada situación del gobierno de la Hermandad se agrava tras su renuncia “con carácter irrevocable”, sucediéndose tras él una serie de dimisiones en cascada, como la acaecida pocos días más tarde, “por motivos de salud”, del mayordomo José María Guerrero, abriéndose una crisis que el secretario de la Hermandad y párroco de San Juan, José María Caballero y Priego, intenta paliar siguiendo el protocolo estipulado en los Estatutos. En este sentido requiere a los consiliarios, Juan Krauel y Luis Ledesma, para que en tanto se celebrara Cabildo General para la elección de un nuevo Hermano Mayor, asumieran interinamente el gobierno de la Cofradía, notificación a la que responden ambos con la dimisión de sus cargos (Ledesma dimite también como tesorero). Hay que tener en cuenta, como indican los distintos expedientes que obran en el Archivo de la Archicofradía, que la Junta de Gobierno, y el Hermano Mayor recibían múltiples reclamaciones, por parte de familiares de hermanos fallecidos, sobre incumplimientos de las obligaciones de entierro, que se iban satisfaciendo a duras penas y con mucha tardanza.

Con esta problemática, se celebrará finalmente Cabildo el 13 de julio de 1902, proponiéndose nuevos nombramientos con carácter de urgencia, que José María Caballero se encarga de comunicar a los interesados: Mateo Bastañer y Andrés Oliva, consiliarios, Antonio García Guerbós como tesorero, y Vicente Hurtado como mayordomo. Pero con una excusa o con otra todos declinan sus nombramientos.

Ante la total imposibilidad de encontrar hermanos que asumieran aunque fuera interinamente las funciones de Hermano Mayor, el Secretario José María Caballero y Priego, cura párroco de San Juan será el auténtico mantenedor, casi en solitario, de la Archicofradía de los Dolores desde 1902 a 1906, aunque, el que más tarde sería alcalde de Málaga, Eduardo Torres continuara nominalmente en el cargo de hermano mayor, hasta marzo de 1906, pues firma como tal el balance económico reglamentado por los Estatutos, en el Cabildo en el que fue relevado del cargo por Julio Goux.

Por otra parte, la delicada situación económica obliga en este Cabildo a adoptar una decisión muy importante para la Archicofradía: acordar una indemnización o canon fijo de 100 pesetas sobre los entierros, de forma que los herederos del hermano difunto podían optar por cobrarla y enterrarlo por su cuenta, o que lo hiciera la Hermandad que tomaría como “patrón de corte” para las exequias dicha cantidad, sin sufrir desde entonces altibajos en los precios de los servicios fúnebres. La decisión se ratifica posteriormente el 3 de agosto de ese mismo año, y en el Cabildo celebrado el 1 de marzo de 1906.

Sin embargo, estas medidas no lograrán aminorar la crisis económica de la Hermandad en los años siguientes. En una “Relación detallada de los gastos que ha ocasionado el Septenario de la Virgen en el año 1905”, se realizan una serie de observaciones para intentar rebajar en lo sucesivo los costes de la celebración, todo ello encaminado a “llevar a efecto nuestro septenario con la mayor economía, teniendo presente todos la situación angustiosa de la querida y amadísima hermandad”.

Había que buscar una solución para salvar esta difícil situación, a la que no eran ajenas en estos momentos el resto de las hermandades de la ciudad y que llevó a la extinción a muchas (la de Jesús Nazareno de la parroquia de San Juan entre ellas) y esta solución pasaba, a entender de la Junta de Gobierno y como sucedió en muchas otras cofradías, por el nombramiento como Hermano Mayor de un personaje rico e influyente de la Málaga de entonces, perfil que cumplía a la perfección un hermano de la Archicofradía: el empresario de origen francés Julio Goux Mignacabal.

 

 

Ilustraciones

1-1 y 1-2 Carta de dimisión del Hermano Mayor Eduardo de Torres Roybón

2-1 y 2-2 Juan Krauel declina asumir el cargo de Hermano Mayor

3-1 y 3-2 Andrés Oliva declina su nombramiento como Consiliario

4 Invitación a Eduardo Torres a que asista a la toma de posesión como Hermano Mayor de Julio Goux.