GUIÓN

Bordados sobre terciopelo burdeos y asta de plata de ley, 1997.

Talleres de Manuel Mendoza Ordóñez bajo diseño de Fernando Prini Betés; asta y cruz de los talleres de José Jiménez.

 

El guión es la insignia que, a nivel corporativo, representa a la hermandad en todo tipo de actos y funciones, sean o no de carácter religioso. En otras centurias, el guión o estandarte era el enser que abría paso a las comitivas nazarenas, y el derecho a portarlo era considerado un motivo de honor, por lo que fue en numerosas ocasiones asunto de pleito entre hermanos de una misma corporación. Por esta función emblemática, es frecuente en ella que la heráldica de la cofradía sea su principal asunto. Ello no ha sido así siempre en la Archicofradía, ya que desde la vuelta al culto externo a finales del siglo XX se tomó como principal elemento definitorio la antigua placa de mayordomía del siglo XVIII que hoy alberga la insignia mariana Mater Dolorosa en la sección de Nuestra Señora de los Dolores, hasta la elaboración de un guión definitivo en 1997. Como es tradición en todas las cofradías de pasión, y al provenir como insignia del ámbito castrense, responde a la clásica tipología de bandera plegada en señal de luto y recogida sobre un armazón interior. En este sentido, y queriendo poner énfasis en la auténtica razón de ser de la insignia, los motivos ornamentales fueron dispuestos en el centro de esa bandera -que, desplegada, sería un cuadrado de tejido caído al sesgo-, dejando gran parte de la superficie textil sin bordados.

Como hemos adelantado, la heráldica de la Archicofradía es el elemento central del guión corporativo. Una gran cruz de malta -en alusión directa al titular de la parroquia en que tiene asiento la hermandad, San Juan Bautista- tejida con hilo de plata, sirve de acomodo al resto de elementos iconográficos, que hacen referencia a los sagrados titulares y al propio carácter de la hermandad. La mencionada cruz, llamada normalmente de San Juan, es de ocho puntas u octógona, y constituye un símbolo utilizado desde el siglo XII por los caballeros hospitalarios o de la Orden de San Juan de Jerusalén (llamada también de Malta desde que el emperador Carlos V le dio en feudo esta isla en el siglo XVI). Originalmente, la Archicofradía empleó esta cruz partida en dos colores, blanco y negro, tal como aparecía en diversos lugares de la parroquia; finalmente se decantó por el color liso actual -el blanco, y en el caso del bordado, la plata- por ser el modo genuino en que esta cruz debe representarse. En principio, los iconos simbólicos superpuestos a la cruz eran solamente tres, y quedaron enmarcados en sendas cartelas de corte barroco y silueta oval en el interior: En el centro de la composición, una custodia eucarística bordada a realce sobre campo de gules -rojo vivo- matizado en sedas, en referencia al título de Sacramental que la hermandad ostenta desde 1487 -a la Sacramental de San Juan quedaría luego agregada la de Nuestra Señora de los Dolores-; a ambos lados, la referencia al Santísimo Cristo de la Redención y a Nuestra Señora de los Dolores, de la forma que sigue: La cartela de la izquierda contiene una esquemática representación del calvario en el cual se sitúa la santa cruz con el sudario pendiendo del patibulum -brazo horizontal- y la cartela con el acrónimo INRI coronando el stipes -brazo vertical de la cruz-. La lanza de Longinos y la esponja de vinagre ensartada en un vástago acaban completando el ciclo de la Redención, expresado en el sacrificio de Jesucristo desde la Cruz. Esta iconografía ha sido también realizada en bordado a realce sobre un campo de azur, como fondo matizado en sedas. La cartela de la derecha, por su parte, contiene el elemento iconográfico más definitorio de la iconografía de la dolorosa, el corazón traspasado por un puñal -que alude de forma intrínseca a la profecía de Simeón, “¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!”-, del que brota una azucena -símbolo inmaculista-. Al igual que la otra cartela, ha sido ejecutada sobre campo de azur con bordado en oro y sedas. Como decíamos, en una primera ejecución estos fueron los únicos signos iconográficos del escudo, hasta el reconocimiento del título de pontificia, circunstancia que obligó a enriquecer la heráldica de la Archicofradía con la inclusión del emblema del papado, consistente en una tiara de tres coronas superpuestas y de la que penden dos ínfulas, situada entre las emblemáticas llaves de San Pedro, una en plata y otra en oro. Es el 8 de mayo de 2001 que se admite por el obispado de Málaga el derecho a usar ese título, pues la Archicofradía Sacramental fue erigida con bula de Inocencio VIII en 1487 sin intervención del ordinario diocesano. Es por ello que debiéramos aclarar que este elemento fue bordado sobre el guión con posterioridad a su estreno, cuatro años después. Por último, queda mencionar la airosa filacteria que rodea la cruz de Malta en su zona inferior, en la que reza un lema sacramental extraído del canto del Pange Lingua: “Nobis natus, nobis datus ex Maria Virgine”  -Nos fue nacido, nos fue dado de María la Virgen-. La cita, en todo modo conclusiva, aúna en un sólo verso la idiosincrasia y la fe que protesta la Archicofradía.

El escudo no figura solo en el guión, sino que se encuentra festoneado por una grácil cenefa de estilo rocalla muy en consonancia con el resto de enseres de la hermandad, en una composición simétrica horizontalmente pero que se desarrolla verticalmente hacia la zona superior, enfatizando el sentido ascendente de la composición del enser en su conjunto. Asimismo, el faldellín inferior ha sido recamado en un estilo semejante a lo ya descrito.