LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE 1790, DEL GRABADOR FRANCISCO DE LA TORRE

Federico Castellón Serrano

Responsable del Archivo Histórico.

 

“Ave María Purísima”, nos decía mi madre todas las noches al irnos a dormir, “sin pecado concebida”, contestábamos casi al unísono mi hermano Alberto y yo. Un ritual diario e imprescindible ya que, si alguna vez se le olvidaba, nosotros mismos le recordábamos a voces desde la cama “¡mamá, Ave María Purísima!”, y ella volvía a invocar aquella despedida nocturna sin la que éramos capaces de conciliar el sueño.

María Inmaculada, de la que nos acordábamos noche tras noche, no se reflejaba visualmente en mi casa en aquellas dulces imágenes de escayola que compartían espacio junto a globos terráqueos en las antiguas fotos que nos hacían en el colegio. La Inmaculada de mi madre estaba retratada a buril en una lámina de cobre enmarcada sobre su cómoda y que, al igual que la bandeja que el abuelo trajo de África, había que limpiar minuciosamente todas las semanas. Nadie sabía cómo ni cuándo había llegado aquella Purísima a mi casa, pero siempre estuvo allí.

Al cabo de los años, mi hermano Carlos tuvo la feliz idea de intentar volver a sacar estampas de aquella antigua matriz de 1790, con la ayuda de Salvador Haro, profesor de la Facultad de Bellas Artes de Málaga, artista y grabador. Y aquel reto se materializó en la impresión de 25 ejemplares, siendo imposible sacar más, dado el desgaste de la plancha. La Inmaculada que dibujó y grabó Francisco de la Torre, profesor de dibujo del Real Colegio de Náutica de San Telmo, de la que no se conservaba ningún ejemplar en papel, volvía a ver la luz transcurridos más de doscientos años.

Poco tiempo después, en el año 2004, con motivo del 150 aniversario de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción de María, nuestra Archicofradía reeditaba la obra del padre Andrés Llordén, “Málaga y la Inmaculada Concepción”, con estudios complementarios de nuestros hermanos Elías de Mateo y Pedro Merino. En una conversación informal, sugerí a Elías, la inclusión de nuestro grabado, hasta entonces completamente inédito, y así formó parte de la ilustración del libro. Poco después, un año antes de fallecer, mi madre donó su estampa a la Archicofradía, la número 1 de aquella limitadísima tirada.

Sin embargo, la historia da un giro inesperado cuando, buceando en las listas de hermanos de nuestro Archivo Histórico, descubrí que Antonio Ocaña, que en 1790 había costeado la hechura de la plancha para “promover la devoción a este dulce Misterio”, había ingresado en la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores en 1759, junto con su mujer Teresa Moreno.

Un hermano de Nuestra Señora de los Dolores sufragó la matriz de cobre, y otra hermana entregó su estampa en papel 214 años después.

El grabado, que había vuelto a su casa, se encuentra hoy expuesto, casi escondido, pero en un lugar íntimo y excepcional, junto a las sayas de Nuestra Señora de los Dolores y cada vez que subo las escaleras de nuestra Casa Hermandad, camino de nuestro Archivo, al llegar junto a él repito el saludo a una Madre y a la otra. Ave María Purísima.

Imágenes:
Inmaculada Concepción. Francisco de la Torre, Matriz de cobre, 1790.
Inmaculada Concepción. Francisco de la Torre, grabado calcográfico, 1790. Archivo Histórico de la Archicofradía de los Dolores.