María José de la Torre Molina
Universidad de Málaga
En el documento del pasado mes de mayo, Federico Castellón Serrano, responsable del Archivo Histórico, dio a conocer el testamento de José Benítez-Quirós Méndez de Sotomayor y las instrucciones que en él se contienen para la fundación de un Octavario dedicado a la Virgen de los Dolores, en la parroquia de San Juan[1]. En la entrega de este mes profundizaremos en algunos extremos relativos a dicho conjunto de ceremonias y en su importancia en la historia de los cultos de la Archicofradía y de la Parroquia.
José Benítez-Quirós Méndez de Sotomayor (†02.12.1795) —también referido en la documentación como José Benítez Quirós y José Benítez Méndez— debió de ser un destacado miembro de la élite local malagueña del siglo XVIII, además de benefactor de varias instituciones religiosas, entre ellas la Hermandad de Dolores de San Juan, a la que perteneció durante casi cincuenta años, desde abril de 1748 hasta su muerte. En su testamento estableció que una parte significativa de sus cuantiosos bienes se destinase a la fundación de un Octavario dedicado a la Virgen, que podía celebrarse, indistintamente, «por el Viernes de Dolores o por septiembre, en que se hace memoria de los Gloriosos de Nuestra Señora, según mejor conviniese y pareciese a mi apoderado»[2]. Finalmente, se decidió que el Octavario se dedicase a los Dolores Gloriosos. En sus primeros años de andadura, las ceremonias que lo constituían principiaron el domingo estipulado para esta festividad, que a partir de 1814 quedó fijada en el 15 de septiembre.
Una primera cuestión relevante para la comprensión del Octavario es su relación con la Hermandad a cuya Titular estaba dedicado. Considerada desde un punto de vista exclusivamente crematístico, esta relación parece circunstancial. Pero en la arquitectura institucional del Octavario parece subyacer la voluntad de convertirlo en un instrumento duradero y útil para promover la proyección interna y externa de la Hermandad y de la Parroquia, y para auspiciar la necesaria buena relación entre ambas instancias.
Considerado en su conjunto, el Octavario destaca por la cantidad y solemnidad de las ceremonias que lo constituían. Cada día debían oficiarse al menos seis celebraciones: la de exposición del Santísimo; cuatro misas, de las cuales una tenía que ser cantada; y una siesta o celebración vespertina, tras la cual se ocultaba el Santísimo. El noveno día, además de un número de misas que oscilaba entre seis y doce, tenían lugar unas solemnes honras fúnebres en memoria del fundador, para las cuales se erigía un monumento efímero.
Dado el detalle con el que Benítez-Quirós hizo plasmar sus voluntades y el despliegue de medios que estas celebraciones comportaba, cabría esperar que su dimensión sonora fuese igualmente profusa. Sorprende, por lo tanto, que las referencias directas que a ella se realizan en el testamento sean aparentemente muy parcas. De hecho, solo se menciona expresamente a un organista. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el finado estableció un claro paralelismo entre el Octavario de Dolores y otro, instituido por él mismo en el Convento de Carmelitas Descalzas, en honor a San José. Para este último, se contó durante varios años con la asistencia de la capilla de música de la Catedral. Por lo tanto, no parecería arriesgado suponer que dicha agrupación también pudo haber sido requerida para el Octavario de Dolores.
La documentación de la capilla de música de la catedral de Málaga confirma esta hipótesis. En el Libro de las fiestas, redactado entre 1801 y 1836, se recoge de manera expresa la presencia del conjunto en las misas mayores, siestas y honras de los octavarios de Dolores celebrados entre 1801 y 1803. Es posible que la participación de la Capilla en estas celebraciones se remonte a fechas más tempranas. Pero lo que sí parece seguro es que la agrupación musical catedralicia no volvió a intervenir en ellas después de 1803. La interrupción de este vínculo puede relacionarse con varios factores, concomitantes. No todos pueden analizarse aquí, pero, por su relevancia, sí deben apuntarse someramente dos:
El primero está relacionado con la actividad musical que floreció en torno a la parroquia de San Juan en los primeros años del siglo XIX. Concretamente, con la constitución en el ámbito de su feligresía de una «Capilla», conformada por «músicos de regimientos y artesanos que no profesaban el arte de la música». La documentación conservada sugiere que esta capilla pudo terminar consolidándose y, quizás, involucrándose en el Octavario.
El segundo factor pudo depender de la proyección —institucional, devocional y social— a la que se aspiraba con el Octavario y con las expectativas que sobre este particular se depositaron en la capilla de música de la Catedral. Los integrantes de esta agrupación no solo cantaban y tocaban composiciones musicales. Actuaban como representantes institucionales. Pero la habilidad de la Capilla para cumplir adecuadamente dicha tarea se vio seriamente amenazada cuando sus cantantes prebendados —sacerdotes músicos que disfrutaban de beneficios y rentas catedralicias— dejaron de actuar en la mayoría de las «fiestas»: «Se convino el [sic] señor don Gregorio Martínez a pagar dicha cantidad [el coste total de la Octava] no obstante que el pasado mayordomo puso en el recibo la cláusula de que para exigir estos derechos habían de concurrir los señores prebendados […]»[3].
La Capilla fue consciente del negativo impacto que la ausencia de sus cantantes prebendados podía tener en su actividad externa a la Catedral. Por eso, precisamente coincidiendo con los últimos años de su presencia en el Octavario, puso en marcha algunas estrategias para aumentar su atractivo. Entre ellas, la adquisición y/o adaptación de nuevas composiciones. En la actualidad, estamos ultimando un extenso trabajo de identificación de las creaciones que constituyeron el fondo musical propio del conjunto. Gracias a este trabajo, que será publicado en breve, ha sido posible identificar dos obras dedicadas a la Virgen de los Dolores, que la capilla catedralicia probablemente interpretó en el Octavario fundado por Benítez-Quirós y en otros cultos de la Hermandad. Está previsto que estas composiciones sean estudiadas y editadas críticamente en el seno de un Proyecto de Investigación, ya concedido, financiado por la Unión Europea y el Ministerio de Ciencia e Innovación.
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[1] https://doloresdesanjuan.es/la-memoria-de-jose-benitez-y-quiros-mendez-de-sotomayor/. Consultado el 14.06.2023.
[2] Archivo Histórico Provincial de Málaga, Escribanía de Juan de Rivera, legajo 3.693, f. 63v.
[3] Archivo de la Catedral de Málaga, Sección de Música, signatura 265-1: Libro de las fiestas de la Capilla de Música de esta Santa Iglesia Catedral de Málaga (manuscrito), f. 33v.
Pies de foto:
- De la Torre Molina, María José, Los inventarios de la Capilla de Música de la Catedral de Málaga. 1800-1838. Tirant Humanidades. Valencia, 2020.
- Cultos a Nuestra Señora de los Dolores, imagen anterior a 1931. Archivo Archicofradía
- Vista interior del coro y altar mayor de la Santa Iglesia Catedral de Málaga. Litografía de P. Poyatos. J. Schöpel, litógrafo. Publicada en la Historia de Málaga y su provincia de Ildefonso Marzo. Málaga, 1850.
- Mención de la actuación de la Capilla de Música de la Catedral en el testamento de José Benítez AHPMA. Legajo 3.693, fol. 101 v y 102. “porque aunque he tenido algunos años la asistencia de la música de la Santa Yglecia Catedral y puede concurrir cuando quiera no ha de ser [….] si no es voluntaria y habiendo sobrante de dcha. Renta”
- Actuación del Coro Tomás Luis de Victoria en el presbiterio de la iglesia de San Juan, con motivo del XL Pregón de la Inmaculada.