LAS ASTILLAS DE LA REDENCIÓN

Auténtica de la reliquia del Lignum Crucis. Certificaciones del Capellán de las Descalzas Reales y del Nuncio Apostólico. Archivo Histórico de la Archicofradía de los Dolores. Libro 18 folios 62 y 62v.
Madrid. Monasterio de las Descalzas Reales
Fernando de Austria en la batalla de Nördlingen. Rubens (Museo del Prado).
Indicación de la disposición de las astillas en el relicario del Lignum Crucis. Archivo Histórico de la Archicofradía de los Dolores. Libro 18 folio 64v.

Conocida es la veneración que profesa la iglesia católica a las reliquias, especialmente las ligadas a la Pasión y dentro de ellas, por su difusión, al Lignum Crucis, fragmento de la Vera Cruz, el sagrado madero desde el que nuestro Redentor acepto su muerte para resucitarnos a la vida.

El culto a las reliquias tuvo inicio en el siglo II. El concilio de Trento le dio un fuerte impulso como parte de su programa de reforma de la Iglesia, lo que aumentó el interés por poseerlas, tanto en iglesias y monasterios como en casas particulares donde constituían objetos del mayor aprecio y veneración.

También nuestra Archicofradía, en su rica historia, ha poseído un Lignum Crucis.

La historia se inicia con la llegada de Doña Mariana de Austria a España en 1646. Era hija ilegítima de D. Fernando, hermano de Felipe III, llamado el Cardenal Infante porque era ambas cosas. Dedicado a los asuntos de la política y de la guerra fue Gobernador de los Países Bajos. En 1634 acabó con la supremacía de los suecos derrotándolos en Nördlingen y estabilizando la situación en Flandes por muchos años. Eran años de decadencia, dicen, pero también según se mire.

Nunca volvió a España. En 1641 nació su única hija, Mariana, a la que reconoció antes de su muerte, ese mismo año.

Con cinco años, Doña Mariana de Austria llegó a Madrid para ingresar en el Convento de las Descalzas Reales, en el que profesó como clarisa descalza en 1659 con el nombre de sor Mariana de la Cruz. Pasó toda su existencia en el convento y, como era habitual entonces, además de su vida religiosa mantuvo relación, por carta, con las reinas Mariana de Austria y Mariana de Neoburgo así como con otros personajes con influencia política, el embajador imperial Marqués de Pötting ente ellos. En las Descalzas fue la última representante de la Casa de Austria hasta su muerte en 1715.

El Convento de las Descalzas Reales fue fundado por Doña Juana de Austria, hermana de Felipe II.  Aquí profesaron numerosos miembros femeninos de la familia real como la emperatriz María, también hermana de Felipe II, y su hija sor Margarita de la Cruz, así como sor Ana Dorotea y sor Margarita de Austria, coetáneas de sor Mariana  y muchas otras integrantes de la nobleza.

Este hecho lo convirtió en un centro de poder e influencia y a la vez de religiosidad y beneficencia. En el convento, un sólido edificio en el centro de Madrid, austero por fuera pero de estructura palacial en su interior, además de la iglesia y las áreas destinadas a las hermanas, hubo un hospital de misericordia y un colegio destinado a niñas huérfanas.

Tuvo una de las mayores colecciones de reliquias de España, hoy en día muy disminuida, procedente de los regalos que nuncios, embajadores y nobles hacían a estas mujeres, conocedores del alto aprecio que por ellas tenían ya que una de sus labores era cuidarlas y ponerlas en valor devocional.

En 1708, una de estas reliquias, de cuya procedencia inicial nada sabemos, fue a engrosar el patrimonio de la Archicofradía Sacramental de San Juan.

Ese año sor Mariana de la Cruz hace entrega al entonces obispo de Málaga Fray Francisco de San José, de dos astillas del Santo Lignum Crucis, envueltas en un papel manuscrito por la propia oferente. La reliquia fue recibida por el capellán real de las Descalzas, Tomás César, quién las colocó en un relicario realizado exprofeso y remitido a Madrid por el propio obispo por mano de un capellán.

Al año siguiente, Fray Francisco dona el Lignum Crucis y su “auténtica” a la Archicofradía Sacramental en nombre del capellán de la misma, D. Dionisio de Cárdenas, ya difunto, aunque la escritura definitiva se hace en 1732 por D. Diego de Cárdenas, también sacerdote y hermano de D. Dionisio.

No me voy a extender en los detalles, relatados con escrupulosidad y brillantez por Federico Castellón, archivero de la Archicofradía Sacramental, en la publicación denominada Lignum Crucis de San Juan, editada por la Agrupación de Cofradías en 2010, como parte de la colección La Saeta, que es un estudio del Libro de Escrituras de la Cofradía del Santísimo Sacramento entre las que se encuentra la de esta donación.

Pero hay algunos detalles que, a mi entender, merecen ser reseñados. La donación se hizo a la Cofradía sin que el clero de la parroquia tuviera control alguno sobre la reliquia. Estaba condicionada a que permaneciera siempre en manos de la Cofradía, y dentro del templo, no pudiendo ser cedida o prestada a otra institución. Igualmente, aquella quedaba obligada a su exposición pública en las misas de la Santa Cruz de mayo, la Exaltación de la Cruz en septiembre, Jueves y Viernes Santo. La contravención de estas condiciones provocaría la pérdida de la posesión que pasaría al Convento de Santo Domingo.

Dada la seriedad y magnificencia con que la Archicofradía ha organizado siempre sus cultos, cabe suponer tanto el cumplimiento de estas condiciones como la veneración que despertaría entre hermanos y feligreses la presencia del Lignum Crucis en el altar de la Capilla Sacramental de San Juan como sagrado anuncio de la que ahora proclama nuestra redención. Sin embargo, nada más sabemos de esta primera y, al parecer, única presencia de un fragmento de la Vera Cruz, que desapareció misteriosamente sin dejar otro rastro o referencia, ni en la documentación ni en la memoria colectiva de la parroquia.

 

José Aurelio García Andreu

Auténtica de la reliquia del Lignum Crucis (ii)
Sor Mariana de la Cruz de Austria (en el centro). Detalle del fresco izquierdo de la capilla del Milagro. Convento de las descalzas Reales, Madrid
Sala de los relicarios. Monasterio de las Descalzas Reales. Madrid.
Retrato de fray Francisco de San José. Obispo de Málaga. Grabado calcográfico. Anónimo, c.1713.