LOS PUÑALES DE NTRA. SRA. DE LOS DOLORES

LOS PUÑALES DE NTRA. SRA. DE LOS DOLORES

El puñal constituye el elemento iconográfico esencial para la catequesis plástica en torno al misterio de los Dolores de la Santísima Virgen. Así, el corazón traspasado, en alusión a la profecía de Simeón, aparece como emblema en la mesa de altar de la capilla de Ntra. Sra. Un solo puñal condensa la simbología de la devoción por los siete dolores de la Virgen. Hasta 1688 fue denominada Ntra. Sra. de la Soledad, hasta adquirir la nueva advocación de los Dolores tras el pleito que interpuso la hermandad de la Soledad de Santo Domingo. El uso de un solo puñal haría referencia exclusivamente a uno concreto de esos dolores, aunque su empleo acabó sintetizando esta simbología y por lo tanto la advocación, habiendo otros casos en que se muestra el corazón traspasado por siete espadas. Se condensa en un solo elemento el sufrimiento de la Virgen María durante la profecía de Simeón, la huida a Egipto, Jesús perdido en el templo, Jesús cargando con la cruz, su crucifixión y muerte, la deposición de su cuerpo inerte en brazos de la madre y el entierro.

La constancia más antigua que conservamos del empleo de este atributo la tenemos en la placa de mayordomía de plata de ley que labrase José Peralta Verdugo hacia 1790, y que hoy forma parte de la insignia “Mater Dolorosa”, realizada en 2000 por Mendoza bajo diseño de Prini. Probablemente, el puñal que ostenta la imagen en esa representación suntuaria sea el mismo que la hermandad conserva, realizada por el platero Francisco José de Ayala a finales del S. XVIII, según se desprende de la marca del punzón que puede observarse en la pieza. Ayala, hermano de la Archicofradía de San Juan y Mayordomo entre 1761 y 1762, fue enterrado en la bóveda de la misma como dejó dicho en su testamento. Son muchas las referencias de plateros pertenecientes a nuestra hdad, los cuales residían y tenían taller en la parroquia, especialmente en calle Nueva. Algunos documentos fotográficos anteriores a la destrucción de la imagen en 1931 atestiguan la presencia de ese puñal, amén de otros elementos que también se conservan, como las nubecillas con cabezas de querubín que ocasionalmente adornan su peana.

Observando los rasgos estilísticos de esta daga, podríamos decir que Francisco de Ayala se encuadraría en un momento de transición de las maneras del rococó y el surgimiento de un nuevo arte clasicista, por el empleo ya muy liviano y estilizado de la ornamentación. La pieza posee la fisonomía de una daga con hoja larga -sustituida por otra menor en su posterior reforma, aunque la cofradía conserva la original-, con empuñadura cilíndrica rematada en una esfera. En el nudo nacen dos briosas tornapuntas que dibujan una sigma. Se trata, en suma, de uno de los dos únicos ejemplares de dagas dieciochescas que se conservan en la ciudad, junto al otro realizado por Juan Nepomuceno Ximénez Enciso en 1771 perteneciente a María Stma. del Amor Doloroso, de características muy similares. El puñal tuvo en su día un anclaje diferente al actual, ya que se asentaba directamente en la imagen mediante algún tipo de perno metálico instalado en la punta de la hoja. Así, el efecto era el de una espada que quedaba prácticamente exenta respecto a las vestiduras de la talla.

Tras la revitalización de la corporación en 1977, y en la búsqueda de una estética más acorde a los gustos imperantes del mundo cofrade malagueño en la eclosión de las cofradías reorganizadas, la hermandad encargó a los talleres de Villarreal un nuevo puñal de orfebrería. En una lógica armonía estilística con la ráfaga de metal sobredorado también encomendada al mismo obrador sevillano, se recurre a un repertorio ornamental neobarroco, según un diseño modesto en el que una pequeña cartela central simula el engaste de una piedra tallada a bisel. La sencilla decoración vegetal dibuja un contorno mixtilíneo sobre fondo punteado, rematándose los extremos en dos cabezas de querubín, en consonancia con los que tienen lugar en la ráfaga. Ambas preseas conformaron la nueva estética de la imagen en sus cultos y en la procesión.

En 1988, para la conmemoración del tercer centenario de las constituciones de la hermandad, se estrena junto con la corona un nuevo puñal de plata sobredorada, también diseñado por Fernando Prini y ejecutado por la prestigiosa joyería madrileña Carrera y Carrera. Prini concibió la empuñadura del puñal como una urdimbre de trama cruciforme que resulta de un diseño basado en ornamento de estirpe vegetal. Todo el puñal aspira a ser una especie de alegoría mariana, por cuanto dedica el centro de la composición a la letanía de la rosa mística. Plásticamente esto se resuelve como un turgente bouquet de rosas en la que destaca una, central, sobremanera. Como si las virtudes de María se vieran amenazadas por el pecado, unos serpenteantes tallos de cardo se sitúan en los cuatro flancos de este símbolo central. Para acentuar el significado trascendente de la joya, se dispuso en derredor de la rosa mística una aureola de rayos ondulantes y rectos en perfecta consonancia con los de la corona. La pieza se realizó en planos superpuestos, consiguiéndose un efecto de gran transparencia.

Casi veinte años después, la Archicofradía vio enriquecido el ajuar de la Virgen con la donación de una nueva corona de plata en su color, que se realizó en los talleres de Borrero (Triana) según el dibujo de Fernando Prini, siendo complementada por un nuevo puñal. En este caso se partió de un diseño de Javier Sánchez de los Reyes, quien sin duda profundizaría en la línea historicista de las artes suntuarias del ajuar de la Virgen. De este modo, la empuñadura cilíndrica rematada en perilla nos recuerda a muchos puñales antiguos. Asimismo, el trazo ondulante de su hoja nos conduce al estilo sinuoso del XVIII. La ornamentación, y no podría ser de otro modo, se fundamenta también en la rocalla y la hojarasca asimétrica, con lo que se consigue evocar a la perfección la impronta de una daga dieciochesca. En el centro exacto encontramos un llamativo nimbo circular de rayos rectos y flamígeros, realizado aparte y sobredorado. Inscrito en el mismo, un pequeño corazón traspasado se convierte en el único elemento iconográfico, manifestando una curiosa y singular redundancia.

Como cierre de este ciclo, no siendo exactamente un puñal, nos referiremos al corazón de oro de ley, de joyería Montañés, que le fue regalado a nuestra titular en el XXV aniversario de su vuelta al culto externo, traspasado por siete ínfimas dagas. Los siete dolores de la Virgen.

 

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