Alpaca plateada, 1989 y 2003, respectivamente.
Talleres de los Hermanos Marín (pértiga de la sección de la Virgen) y de Alejandro Borrero, de Málaga (pértiga de la sección del Cristo) bajo sendos diseños del Fernando Prini Betés.
La pértiga es un enser que posee un carácter meramente funcional, y es de los pocos que conservan sus funciones de un modo efectivo, al haberse perpetuado en el tiempo su uso. El pertiguero es el acólito que va al cuidado de los otros acólitos -ceriferarios- que portan los ciriales ante el trono procesional o ante el altar, dado el caso. Este acólito principal, llamado pertiguero precisamente por el adminículo que porta, efectúa las órdenes a los ceriferarios con determinados golpes de pértiga en el suelo, dándoles así instrucciones de detener o retomar la marcha, así como de alzar los ciriales o candelabros. Se tiene constancia de el uso de pértigas ya desde el siglo XVI, aunque el origen de este elemento tuvo un contexto aúlico o capitular, tratándose por tanto de una evolución y adaptación al contexto del ceremonial católico. Fue a finales del siglo XIX que algunas hermandades malagueñas lo incorporaron al cuerpo de procesión, si bien fue en las últimas décadas del siglo XX cuando se consolidó este uso.
Normalmente, estas pértigas están conformadas como un vástago muy sencillo coronado por una macolla, aunque podríamos encontrar ejemplares más historiados. Los que nos ocupan responden precisamente a esa tipología más funcional, en la que el fuste del bastón ha sido realizado en madera barnizada y sólo encontraremos labrado en orfebrería el nudo de engaste y la macolla superior, concebida como una perilla. Sus trazas evocan los estrangulamientos propios de los candelabros abalaustrados tan frecuentes en nuestras cofradías, y en cuanto a la ornamentación, se han seguido las premisas de contener un delicado repertorio dieciochesco de estilo rocalla. En uno y otro caso, se trata de piezas muy humildes en su configuración.