Plata para el trono de Nuestra Señora de los Dolores

Rafael Sánchez-Lafuente Gémar

Universidad de Málaga

 

Aunque el uso principal de la plata en siglos pasados fue la fabricación de moneda, una parte significativa de este metal se dedicó a la plata labrada, que se utilizaba para realizar objetos de uso doméstico y sobre todo de carácter litúrgico. El platero recibía el metal de su cliente en barras (lingotes) o en plata labrada, pero en piezas desechadas por “viejas” o “quebradas” con el fin de reciclar el metal y reutilizarlo en la manufactura de una pieza nueva. Previamente había que fundirlo y refinarlo hasta alcanzar su forma más pura, esto es, sin perder la plata ninguna de sus propiedades: color, maleabilidad (capacidad de ser laminada) y ductilidad (capacidad de ser transformada en hilos).

Del uso de metal viejo como materia prima del trabajo de los plateros –fue la práctica más comúnmente utilizada a la hora de proveer de plata a los artífices, sobre todo en los encargos de iglesia– dan buena cuenta algunos testimonios de la Cofradía, que ilustran a la perfección el sucesivo aprovechamiento del mismo metal en la hechura de piezas diferentes a lo largo del tiempo.

La procedencia de la plata a la que nos vamos a ir refiriendo se vincula en su origen (previsiblemente también fuera refundida), al trono procesional de la Virgen, utilizado “desde los años (…) de setecientos uno”, según consta en un documento redactado con ocasión del encargo, en 1791, al orfebre Francisco Rodríguez Boza (doc. 1774-1827) de la platería de un nuevo trono, la cual había de ser conforme a los dibujos del escultor y dorador natural de Jaén pero afincado en Málaga, Antonio de Medina y Moreno, quien un año antes había realizado las esculturas de San Juan Evangelista y Santa María Magdalena para el retablo de la capilla de Nuestra Señora de los Dolores. Se indica además en el citado documento que la labor de cincelado correría a cargo del portugués José Pereira, del que nada más sabemos. La plata para fundir del antiguo trono ascendió a 23 libras, 4 onzas y 12 adarmes, que equivalen aproximadamente a 11.000 gramos. Para certificar la buena ley del metal, esto es, su pureza, se convocó, para que hicieran las pruebas pertinentes, a los entonces marcadores de la ciudad, los plateros Francisco Martínez de Valdivia y José de Reina.

Las vicisitudes de la plata continúan años después. Así, en 1824 el platero Miguel Martínez recibe “dos chapas de plata vieja del trono antiguo” con peso de 86 onzas (cerca de 2.500 gramos), de las cuales 38 se utilizaron en la hechura de una cruz para el guion de la Hermandad (22 onzas) y en la obra nueva de un escudo (16 onzas), destinado a reponer el incautado a la Cofradía durante el Trienio Liberal (1820-1823).

Más tarde, en 1837, decide la Cofradía realizar un trono nuevo debido al mal estado en que se encontraba el viejo por haberse apolillado. La carpintería de la peana (de carrete), realizada en madera “de ciprés pulimentada y charol”, corrió a cargo del ebanista Gabriel de Torres, mientras que de las guarniciones fundidas y caladas que decoraban los frentes se encargó una vez más el platero Miguel Martínez († 1854). En esta ocasión, la plata para fundir –“de las chapas y clavazón del trono viejo”– pesó 27 libras (12.420 gramos), de las que solo se utilizaron algo más de 10 en los adornos de platería. El coste total del nuevo trono, incluyendo el trabajo del platero, carpintería y labor de cincelado, que llevó a cabo un anónimo “Sr, Estevan”, ascendió a 525 reales. Afortunadamente queda un testimonio gráfico de este trono de carrete con sus elegantes y delicadas guarniciones de platería, que fueron arrancadas por completo, y destrozado parcialmente el trono, en el saqueo que sufrió la iglesia de San Juan en mayo de 1931. Con la desaparición de estos adornos concluye una historia muy particular que tiene como protagonista, en este documento del mes, a un metal precioso como la plata, que además de sus valores inherentes, se puede fundir y reutilizar (también otros metales) un número de veces ilimitado sin perder ninguna de sus variadas propiedades.

 

 

Ilustraciones:

  1. Archivo Histórico Archicofradía. Leg.1.p.24. Cuenta de la obra hecha de plata de un escudo y cruz para el guión a la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores de la Parroquial de San Juan de esta ciudad. 1824
  2. Archivo Histórico Archicofradía. Leg.2.p.6.d2 Cuenta del costo y gastos del trono de Nuestra Señora. 1838.
  3. Archivo Histórico Archicofradía. El trono de Nuestra Señora de los Dolores en la litografía de Francisco Rojo, c.1850
  4. Archivo Histórico Archicofradía. Virg19020001. El trono de Nuestra Señora de los Dolores c.1920